Son prácticamente incontables las historias de abuso, maltrato, pobreza, analfabetismo y desigualdad con las que se puede ejemplificar la condición de niñas y mujeres desde tiempos inmemoriales. Un fenómeno cultural, social, antropológico, que parece ser una condición genética más que de género: ser mujer más que un privilegio, ha sido en muchos casos, visto como una gran tragedia.
Desde las sociedades antiguas hasta el Siglo XXI, las niñas y mujeres han tenido que sobrevivir a un mundo pensado y diseñado para hombres, en el que las oportunidades de educación y desarrollo se ofrecen a aquellos que gozan del privilegio de no haber nacido siendo mujer.
A pesar de los avances científicos y tecnológicos que trajo al escenario la Primera Revolución Industrial, el campo de acción de las mujeres se ha visto tradicionalmente confinado a la voluntad de usos y costumbres que limitan su potencial.
Importantes han sido las participaciones de mujeres a lo largo de la historia, tanto antigua como contemporánea, que rompiendo paradigmas han cruzado las fronteras de lo permitido para escribir, junto a un hombre nuevas líneas en la historia.
Hoy en día, el empoderamiento de la mujer encuentra eco no sólo en la voz colectiva de la sociedad civil, sino en el mismo sistema internacional que con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, han buscado respaldar las acciones que promuevan un mejor y más pronto desarrollo en condiciones de igualdad para las niñas y mujeres.
En el Siglo XXI, una de las prioridades es desarrollar desde lo local y hasta lo global, una agenda de políticas públicas que aseguren la atención acentuada en temas como la educación, la salud, el empleo, la seguridad, entre otros; cuidando tanto la equidad y los derechos humanos como la sustentabilidad de planes y programas que permitan en el mediano y largo plazo una importante mejora en las condiciones de vida de los grupos más vulnerables de la población alrededor del mundo.
Desde la visión local, centrar la agenda de políticas públicas no sólo significa centrarse en la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer como derechos humanos; significa que sí se quiere crear una economía más fuerte, mejorar la calidad de vida de las mujeres, las familias y las comunidades es imprescindible proveer de las condiciones que permitan la participación plena y en todos los sectores de niñas y mujeres.
Los principios del empoderamiento de la mujer permiten fomentar la igualdad de género y desarrollar los parámetros sociales desde lo que se desarrollen el talento, las aptitudes y la energía de la mujer en todos los ámbitos de participación social.